FORTEGAVERSO: ARTEMIS FOWL, SIMPATIA POR EL DEMONIO

lunes, agosto 06, 2007

ARTEMIS FOWL, SIMPATIA POR EL DEMONIO

Publicado en Cultura, de La Tercera

El inglés Alan Moore lo dejó más que claro en Watchmen, su obra más importante y -según una veintena de ranking (de los serios y los no tantos)- el mejor cómic de todos los tiempos. Watchmen es en el fondo una parábola de 300 páginas acerca del poder, de lo que significa tener algo más que el resto de los mortales. Adrian Veidt, el enmascarado llamado Ozymandias, a posterior el gran villano de esa historia, se define a si mismo con el hombre más inteligente del mundo, él único poseedor del razonamiento lógico suficiente como para traer la paz al mundo. Y Veidt logra sus fines, pero no a través del bien, sino traicionando a sus propios ideales y literalmente sacrificando las vidas de siete millones de neoyorquinos. Asesino de pasas o redentor del planeta Tierra, los propios héroes cuando se enteran de la verdad prefieren guardar silencio, el costo fue alto pero el fin valió la pena.

Es la extraña fascinación de los villanos, personajes que a la larga son la clave de toda buena obra de ficción que se estire y doble alrededor de la idea de lo épico. No es gratis que el personaje más popular de Caperucita Roja sea el lobo, que la bruja tenga los mejores efectos especiales de Blanca Nieves o que Drácula se haya convertido en el personaje literario más recurrido en el cine, la televisión y los cómics. Los malos nos gustan porque seducen, porque al final son parte del sentido común. Es la atracción de camaradería infantil que despierta el matón del curso. O el chico rudo, de casacas de cuero, que termina llevándose a la más linda de la clase. En este paréntesis no tiene nada de inusual que una encuesta realizada por la revista Wizard, publicación gringa especializada en cómics, revelara que el 80% de sus lectores, si poseyeran superpoderes, los usarían para conquistar el mundo en lugar de luchar por la justicia.

Y en esta esquina siniestra brilla Artemis Fowl, personaje de la serie de novelas homónimas del irlandés Eoin Colfer, masivamente conocido como una especie de Anti-Harry Potter. Definición harto injusta, ya que Fowl tiene bastante más sustancia que la limitada por ese facilismo. A lo largo de sus cinco novelas, este adolescente, que ha sabido usar su inteligencia para mezclar tecnología con magia, ha crecido en astucia y fondo para levantarse como uno de los personajes más interesantes de la moderna literatura fantástica. Mientras Potter bebe (o bebió) básicamente de las leyendas de la Europa nórdica pasadas por el colador que Tolkien y sus herederos han estrujado por casi 70 años, Fowl se levanta más cercanos a los mundos de la cultura popular. Artemis es un muchacho dotado de un intelecto superior, tal vez el mayor del mundo, que usa este don para manipular y crear artefactos que le permitan, primero reparar el honor perdido de su familia y segundo, conquistar el planeta. Su historia no es muy diferente de la de los villanos de los pulp de los años 30, esos genios malvados como Fu Manchú o toda la arquetípica galería de malechores a los que enfrentaba ese Potter adulto y amanerado llamado Mandrake. Pero sobre todo, la idea de la inteligencia como fuente de superioridad convierte a Artemis en un más que digno heredero del Dr. Doom y Lex Luthor, mentes brillantes del cómic, tipos sin escrúpulos, pero con una moralidad recta –característica muy presente en Fowl- que los convierte en criaturas ficticias con infinitas dimensiones por encima de los héroes que se les enfrentan. Es la gracia de los malos, la justificación que los convierte en tales, un curioso modo de justicia divina. Sino es cosa de pensar en Darth Vader o en el mismo Lucifer, erradicado del cielo básicamente por pensar distinto.

Memos complejo que El Cubo B, el tercer y hasta ahora mejor libro de la serie, y más luminoso que La Venganza de Opal, la novela inmediatamente anterior, este quinto volumen, titulado La Cuenta Atrás, se aparece como la más Potteriana y maravillosa (entiéndase el adjetivo por subgénero) de las aventuras de Fowl. Colfer lleva a su personaje a una Barcelona poblada de engendros mágicos que trasladan la acción a un pasado (o una realidad alternativa) en la que el personaje de Gaudí, el arquitecto, adquiere unas inusuales características mágicas que –entre otras cosas- le sirven al autor para explicar las formas ultraterrenales de las obras de Gaudí, especialmente de la catedral de la Sagrada Familia, obra que pasa a formar parte del peculiar escenario del mundo Fowl. Pero más allá del espacio narrativo en que juegan los peones, se hace interesantes las dudas existenciales que empiezan a abordar al antihéroe. Ahora tiene 15 años y la adolescencia lo asalta con preguntas morales respecto de su rol en el universo, de si realmente los fines a los cuales apunta su inteligencia superior están bien encaminados. Por el bien del personaje y su creador, ojalá que no decida convertirse en Superman o en alguien parecido, héroes no son lo que necesitamos, sino todo lo contrario.

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